Litterarum mundi
- Magazine People Une
- 17 dic 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 ene 2020
No recuerdo cuándo ni cómo la marcha del destino me arrojó al reino de las letras…
Sorprendido y fascinado mi existir tornó ante la portentosa Corte de La Gramática con su Real Escolta de la Expresividad Humana.
Los peones del reino de Los Signos me llevaron de la mano escribana al Templo del Significante para predicar en las calles de los Morfemas.
Los Fonemas, músicos del reino, me enseñaron a interpretar las sinfonías de la dexis y la de los hipónimos en mi bemol.
Jugué ajedrez con los Sabios del Ducado de las Preposiciones. Luz me dieron para comprender sus enigmas, sus similitudes.
Francachelas interminables viví con las Cortesanas de los Epítetos con quienes copulé día y noche, noche y día hasta saciar mis más lujuriosas relaciones intertextuales.
Dancé los valses más hermosos del reino con las doncellas de Los tiempos Gramaticales, en especial, con la dama del buen decir: La del Pluscuamperfecto con quien tomaba el té por las tardes para discurrir sobre el exilio de los Barbarismos, anarquistas del reino. Siempre tan esmerada en sus formas conservadoras de hablar y condicionante de sus designios, solía hacer befa de los plebeyos neologismos.
Eché raíces… nunca más quise volver a la frialdad; a la decrepitud de mi mundo… decidí esposarme con La Literatura, doncella del más amplio criterio y fiel amante del bibliófilo bendecido por la madre Sintaxis. Con ella he procreado a mis grandiosas doncellas: La Traducción, La Edición, La Corrección; todas féminas de entendimiento y luz de ensoñación, dispensadoras de mis iniquidades; ellas, orgullo de mi espíritu creador. Todas me han dado nietos de tierras lejanas: el alemán, el francés, el inglés, el italiano, el portugués con quienes juego a diario.
OLA

Sin duda alguna es un hermoso poema donde quedas atrapado en el sentimiento del autor.