Pangea del desencanto
- Magazine People Une
- 25 ene 2020
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Los telares vitales se han marchitado a la falta de un oasis: elixir emanante de la Fontana Júbilo del cual puedan abrevar.
La espera se ha tornado en una espiral descendiente a los laberintos de la existencia; averno sobre la faz de la tierra que hace crepitar los nogales, cimientos del castillo de los anhelos.
¡Himalaya de frustración, Everest de decepción escolten el ánima del guerrero hacia el lugar que nunca ha sido y que nunca fue! Se transfigura la demoniaca dualidad en un minuto de reflexión alter ego susurrándole a Atlas: “Haz rodar ese maldito mundo que aplasta tus hombros”.
El gladiador se asume como caminante de la vida quien ha sucumbido ante la esteparia licantropía del humano y a la hipocresía feligrés del cordero.
El caminante de la vida ha perecido ante La Inmensa Muralla China, Umbral de Los Dioses Trascendidos.
El gladiador ha fenecido ante lo safio y lo mundano…
El guerrero acaricia el cromo platinado, lo alimenta de pértigas venenosas… el heraldo enfundado en su cabalgadura de nekros le sonríe y le indica: “Es hora de partir o… ¿de llegar?”.

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